Desde hace tiempo la holgazanería intelectual de los directores de Hollywood y otras fábricas de entretenimiento nos ha llevado a la situación de abandono espiritual cuando entramos en la sala de cine, palomitas en mano. El extremo gusto por las toneladas métricas de billetes de productoras y asociados obligan a la constante emisión de filmes de calidad pésima, sin mensaje, sin gusto, sin espíritu.
El cine que nos llega cada fin de semana a las pantallas no dista en lo simbólico de la comida basura en relación con un buen plato de cocina de restaurante sibarita. Desde Alone in the Dark dirigida por el ya inefable Uwe Boll, hasta las adoradas 'road movie' que brotan de los invernaderos de tópico y lastre, creados por y para la falsa diversión de una juventud que retroactivamente se ve reflejada. Por otra parte, el cine español no se ve más favorecido, siempre con la queja sobre la poca taquilla y despechado por sus propios espectadores, que hastiados de producciones como "Yo soy la Juani", "Locos por el sexo" y necesitados de otras como "Salvador" y "El orfanato" dejan de acudir a los cines en pos de evitar la muerte por aburrimiento.
En cualquier caso, siempre sale algo a la luz de entre la maleza histórica del cine, por eso hoy os quiero recomendar un par de películas para que veáis en esos ratos muertos donde es difícil aburrirse más:
"El séptimo sello - Ingmar Bergman, 1957" os dejará un buen sabor de boca con su fantasía tétrica sobre la muerte y "Al final de la escalera - Peter Medak, 1980" os producirá más de un escalofrío silencioso gracias a un terror psicológico paradigma de cualquier producción que se precie.
Si os apetece, espero que paséis un buen rato con algo de cine, que aunque no esté encadenado a las explosiones y las chicas en bikini (que por cierto, poco tienen que hacer ante Bibi Andersson) de la maquinaria cinematográfica americana, os garantizarán unas horas de buenas sensaciones.
Otro día, más.
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