6/7/09

Despedida y cierre.

No conozco, de momento, en este alborotado mundo, ninguna historia que no halla llegado a su fin, ni ninguna cuyo fin no esté por llegar. Las historias más largas (y tediosas) tienen su fin bien definido, aunque algunos no lo sepamos ver.

Esto no podía ser menos y desde la primera entrada ya se preveía un final con tan poco lustre como este. Cierro el blog con promesas incumplidas (sí R sí, ese artículo de boxeo te lo deberé siempre) como todo buen (mal) gobierno que, irremediablemente, también llegará a su final. Los Soprano se me han escurrido entre las teclas y nunca los he podido rescatar, igual que ese artículo de películas de la segunda guerra mundial, esas canciones que nunca he puesto en la portada, esas historias increibles por contar, esas guerras olvidadas, esos dibujos de la infancia, esos iconos culturales que admirar, esas ciudades que he visitado, esas reflexiones sin inicio ni final, esa verborrea barata y de capa caída, esos libros que ya se han puesto amarillos, esas películas que tanto me gustaría descubrir, esas fotos que nunca he sacado pero que tantas veces las he enfocado, ese bar oscuro y lleno de humo, esas historias inventadas por la realidad y, sobre todo, esas palabras que ya (afortunadamente o no) nunca verán la luz.

Dejo estas líneas conectadas con todas las otras, con el mismo tono y la misma voz, para que como recuerdo de lo que pudo ser y no fue, no deje de serlo en otro momento y en otro lugar.

¡Hasta luego!

16/4/09

Un mal día

Te levantas y tu almohada ya lo sabe, hoy tendrás un mal día. Nada en particular, nada en general, pero la noche ya planeaba siniestros planes contra la paz de un jueves cualquiera. Desayunas con calma, disfrutando. Nada. Modificas la mañana para que la monotonía no agrave el sinsabor. Poca cosa. Trazas un nuevo trayecto para cambiar el paisaje de siempre por el que siempre es el de otros. Y todo sigue igual. La mañana pintaba mal y la tarde amenaza sin compasión. Estaba escrito, si hubiese un remedio alguien se estaría haciendo rico. Un mal día lo tiene cualquiera.

7/4/09

25/3/09

Cuando Dios se viste de hombre

Hace casi ochenta y nueve años nacía en Barcelona Vicente Ferrer. El tiempo ha pasado sólo en parte por nosotros, como un orballo tenue y fatigado, que nos inunda de vida tan poco a poco que no nos damos cuenta, pero a Vicente Ferrer, cuando la mayoría de nosotros apenas éramos un esbozo del futuro, ya le había inundado.

Cuando tenía dieciséis años fue llamado a filas por el bando republicano, para participar en la matanza entre primos, entre amigos, entre hermanos. Participó en la Batalla del Ebro, el peor delirio belicoso de una España podrida y abandonada. Fue capturado y con el tiempo liberado, estudió derecho y se hizo jesuita. Corría el año 1944 y el mito estaba a punto de nacer.

En 1952 viaja a la India y comienza a ejercer de misionero jesuita cerca de Bombay hasta 1969, cuando la Compañía le ordena la vuelta a España, a lo que se niega, siendo expulsado de los Jesuitas. No obstante, el gobierno indio, también preocupado por sus labores solidarias pretende expulsarlo del país, lo que genera masivas manifestaciones de parias (los 'intocables' en India). Finalmente es enviado al estado de Andra Pradesh, en concreto a la región de Anantapur. En 1970 se casa y continúa su labor altruista ayudando a miles de personas (en una región con una población de casi tres millones). Hoy en día organiza toda su actividad a través de la Fundación Vicente Ferrer.
No sé si conocías a Vicente Ferrer, no sé si te interesa, no sé si lo admiras o te importa, sólo sé que el bien y el mal se distinguen en el sufrimiento de la gente y Vicente Ferrer representa al bien absoluto, altruista, sin banderas políticas o religiosas. La mirada profundísima pero viva de este viejo misionero te hace sentir transparente, ambiguo, ínfimo y fútil. Vicente Ferrer posiblemente sea una de las personas que me causan mayor admiración y respeto, pero a la vez irradia tanta vida que sientes envidia de no poder cambiarte por él.

Si todos fuésemos un poco como Vicente Ferrer yo no escribiría esta entrada ni tú la leerías, pero el mundo sería, con toda seguridad, un lugar mejor.

22/3/09

Piano Piano

Te levantas y estás de vuelta, de vuelta de todo, de vuelta en cama, hace sol y sales a la calle, la gente te ve y no te mira, oyes una moto hacer ruido y no importa porque más tarde otra lo hará más fuerte, y vas a la playa y ves morir las olas, una tras otra, sin piedad, y coges el autobús y el conductor no te saluda, la señora no sonríe y el adolescente no tiene conciencia, y escuchas música y se te eriza la piel, y te pones las gafas para ver mejor y era mejor no haber visto nada, y pasas los días sentado esperando a que te esperen y copiando sinsentidos a mansalva, y coges un cigarro y pierdes un minuto de vida aunque ganas un minuto de paz, y buscas en el bolso y te encuentras a Saramago, Hola qué tal, y te dejas llevar un rato hasta que llegas a donde comenzaste y sabes que siempre es así, y escuchas una frase en francés y no entiendes nada, y miras por la ventana y todo está tan oscuro que la mínima luz te molesta y estás parado durante minutos que son años y los años pasan sin parar, y escuchas a los pájaros cantar tan temprano y buscas un rincón para escucharlos sin molestar, y sabes que no es hoy sino mañana y que mañana será el hoy para otros, y cuando crees que está todo solucionado el periódico te enseña todo lo engañado que estabas y respiras aire contaminado y usas papel de árboles difuntos, y escuchas a Handel, pero siempre acaba la música y cuando quieres despertar, nunca suena el despertador.


8/3/09

The Wrestler

La mejor película de la temporada, con mucha diferencia. Aronofsky y Rourke dan una lección maestra de como hacer cine que será recordada por años. Hollywood, como siempre, mira para otro lado.

"I deserve to be all alone, I just don't want you to hate me."

26/2/09

Un jueves cualquiera

Cuando no se tiene nada que contar es mejor estar callado. Suelo seguir esa norma, a pesar de los epítetos con los que soy condecorado al hacerlo. No obstante, mi espontánea impertinencia me obliga a quebrar el mortecino silencio de la palabra escrita del 'blog' para poder dar rienda suelta a mis ganas de escribir desaliñadas por la falta de inspiración.

Los pasados días, marcados por el sol han sido plaza para la carnavalesca y la concupiscencia, ofreciendo un vacuo espacio entre las responsabilidades, tanto para relajarse como para excederse, que suele ser más habitual. Entre tanto, mi vanidad me arrastró de nuevo a la devoción por el cine y en particular por ese hombre viejo y feo, con cara de duro, que convertido en un abuelo con los pantalones muy por encima de la cintura, sigue inspirando respeto con sus facciones marcadas y sus ojos de acero azulado. Clint nos regala, una vez más, dos piezas de cine de primer nivel: Gran Torino y El Intercambio. Dos películas mucho más que recomendables para esas tardes de lunes, viernes o sábado que quedan olvidadas en una siesta o una sesión de caja tonta.

En cualquier caso, la inspiración sigue sin aparecer, paso los días como las noches, sin trabajar demasiado, sin descansar demasiado, a caballo entre el sueño y la conciencia las veinticuatro horas del día. No divago, musito mentalmente.

Pido disculpas por enturbiar el ambiente de paz que reinaba sobre el fondo negro. La próxima vez os contaré algo de verdad. De verdad de la buena.

PD: Sólo el xilófono me aupa en tardes así.




18/2/09

Divangando

Las últimas semanas se han caracterizado por el vaivén al que se ha visto sometida mi vida en general. Del la ciclópea desesperación de los exámenes a los paseos mansos y atentos por Barcelona. Ahora, con nuevas ocupaciones a la vista, en esta interfase de transición aprovecho tanto para escribir en el blog como para divagar en soledad, mirando al mar o con la cabeza en la almohada.

Divagando me di cuenta que faltan unos días para que se entreguen los Oscar, esos premios que todos odian por su comercialidad y sin embargo la mayoría se rinden a los premiados. Una de las películas estrella, con trece nominaciones es "El curioso caso de Benjamin Button", una de esas joyas que surgen de cuando en vez de las humeantes factorías de Hollywood. No obstante, no todo son Oscars. Sin entrar en detalles que quedarán para otra ocasión, me resulta imprescindible destacar "The Fall" como una maravilla del cine, un homenaje a la gran pantalla, al buen gusto y al dominio de un arte capaz de encogernos el estómago y erizarnos la piel.

Divagando también descubrí que mis días en Barcelona fueron el espejo de los días que nunca tuve en ningún otro lado. Una desetiquetada realidad tan etérea como breve, pero que vuelve a entonar la llamada del deseo y las aspiraciones. Los paseos por las callejuelas confusas y grises o las brisas desde lo alto de las casas de dragones bordados dejan huella. Barcelona, sigues en mi lista.

Tiempo para divagar nunca falta. Divagar es aprender, corregir, entender... sin compromiso ni fundamento, pero tan eficaz como un orvallo permanente que llena de vida un campo seco y sediento.

Y así, divagando, pasa un día más.

Notas del autor:
  • Me gusta Saramago
  • Me gusta el sol tanto como la lluvia
  • Me gusta que me guste lo que me gusta.

13/2/09

3/2/09

Después de la tormenta...

...llega la calma.

Y nada tan cierto.

En el punto de mira: dormir bien, disfrutar del cine, saborear Barcelona y relajarme por casi dos semanas. Luego, a intentar reconstruir los destrozos del temporal.

Desde luego, James Taylor ayuda.

22/1/09

Alerta roja

Es Jueves, día 22. La mañana transcurre mortecina y muy húmeda. El tráfico por la Florida se entremezcla con la tierra mojada y triste de las obras en la carretera. Algunos obreros intrépidos se refugian en un poncho amarillo mientras van aquí y allá avanzando lentamente el trabajo, rodeados de asfalto hecho trizas y vallas protectoras rojas y blancas.

Los exámenes comienzan el día 26. Esa es la realidad. Ni antes, ni después. Hoy me he levantado más bien tarde, me he duchado y he desayunado con calma, casi con desgana. El tiempo se ralentizó y yo lo dejé fluir a su ritmo. Ahora, a las diez y media, escribo una entrada del blog. Se avecinan tres exámenes y medio, tres problemas y medio. La situación se complica por momentos... ¡Que no panda el cúnico! Me tomo la mañana sabática, para leer, para calmarme, para relajar el cuerpo y la mente. Ante el desastre es mejor estar preparado y dispuesto que frustrado y débil.

Se me acumula el trabajo cultural. Libros, películas y discos se me amontonan en una pila de tareas pendientes que cada día es más grande. Cada vez me cuesta más encontrar la forma de corresponder con mis deberes vocacionales. Y con mis deberes no negociables, peor.

El futuro pinta negro, que fue el color que me quedó para elegir por haber llegado el último. No pasa nada, algunas de las fotografías más bonitas se han hecho en blanco y negro. ¿Seré un buen fotógrafo?

Y sigue lloviendo a los dos lados de la ventana.

4/1/09

Aquel BMW rojo.

Ella siempre había sido bastante inteligente. Espabilada. Sacó la carrera de económicas en seis años y pronto empezó a trabajar. Primero en un supermercado, como encargada, luego en un banco. Y así, hasta ahora. No era demasiado guapa, pero nunca la llamaron fea. Tenía el pelo medio rubio, medio castaño, combinando los tintes con los tonos que le otorgó su herencia. Se maquilló por primera vez a los catorces y desde entonces nunca pasó un día sin arreglarse. Perdió la virginidad a los diecisiete, con César, su primer gran amor. Desde entonces, sólo había estado con dos chicos, aunque en realidad sólo había estado enamorada de uno. De él.

Él nunca fue muy listo. Cuando decidió abandonar el bachillerato su madre sintió que en parte era culpa suya, por haberlo forzado demasiado. Al paso del tiempo descubrió que su elección no había sido tan mala. Su padre, que poseía un concesionario de coches, le financió la compra de un gimnasio, que dirigió con mediocre competencia durante seis años, sacando algún beneficio extra haciendo realidad los sueños de vigorosos atletas escasos de tiempo y motivación. Cuando la conoció él no era más que un pez en un gran acuario, pero por algún motivo a ella le gustó. Era amable y cariñoso. La pasión fue la suficiente para complacerla.

La parpadeante luz naranja de la farola quebraba la armonía del rojo brillante del coche. Mientras ella lloraba dentro él trataba de explicarse. El hermetismo del vehículo no dejaba saber de que hablaban, aunque los dos parecían oscilar entre la cólera y la tristeza. El pequeño tiempo que la puerta permaneció abierta fue suficiente para que un agrio "¡me cago en Dios!" se colase hacia el exterior mientras él golpeaba con furia el volante del coche. Ella salió con el rímel corrido y el maquillaje deshaciéndose en sus manos.

Tras salir del coche miró atrás en dos ocasiones. El rápido y afilado taconeo de sus botas de caña alta estremeció a unas tímidas y grisáceas aceras.

1/1/09

Del 2009 al 1920.

Es uno de Enero. Las travesuras intestinales de mi compadre y los desmanes lúdicos de la población colindante hicieron comenzar el año, ya de madrugada, con pie izquierdo. La huida al sobre resultó un trastorno, ya que la familia menos marchosa del condado todavía seguía en la mesa, y a golpe de licor, política y chismes de segunda aguantaban el tipo y vencían a un joven y desalentado veinteañero.

El día amaneció gris, pálido y mortecino. Húmedo. Entre bits y chips transcurrió muy a modo la mañana, casi como si el tiempo se ralentizase. Los Soprano amenizaron las horas previas a la comida: marisco y bacalao al horno. Un homenaje a un Manuel y medio.

La tarde, horriblemente pesada. El ambiente cargado me tornaba macilento mientras Los Soprano, de nuevo, aumentaban algo mi miopía en favor de aliviar un poco el tedio. La noche prometía poco. La cama rogaba cansina por temprana compañía... pero algo pasó.

Navegando a través de internet a causa de los despojos de mi memoria encontré sin demasiado esfuerzo una de esas cosas que tienen una utilidad nula y un valor sentimental infinito. Un documento oficial de 1920 que reflejaba la entrada de mi abuelo (no, ese no, el paterno) en Estados Unidos. La Isla de Ellis fue su recibidor principal, que le dio entrada al viejo Nueva York de los años veinte llegando desde la vieja Habana.


El significado es casi paupérrimo, pues el mencionado hombre (Raimundo, para más señas) volvió al cabo de pocos años de vuelta a España, a una descarriada y minúscula aldea de la provincia de Lugo. No obstante, mis propias ambiciones se ven reflejadas en ese documento, la búsqueda de algo más, de una vida nueva y quizá, quien sabe, de un no retorno. El romanticismo que a un servidor le devuelve ese viejo documento que hace casi un siglo fue firmado para permitir la entrada a ese extraño país a mi propia progenie, me confiere la valentía y el deseo suficiente para seguir sus pasos (los primeros al menos) y, quizá, algún día, hacer realidad su fallido proyecto americano.