Hace casi ochenta y nueve años nacía en Barcelona Vicente Ferrer. El tiempo ha pasado sólo en parte por nosotros, como un orballo tenue y fatigado, que nos inunda de vida tan poco a poco que no nos damos cuenta, pero a Vicente Ferrer, cuando la mayoría de nosotros apenas éramos un esbozo del futuro, ya le había inundado.
Cuando tenía dieciséis años fue llamado a filas por el bando republicano, para participar en la matanza entre primos, entre amigos, entre hermanos. Participó en la Batalla del Ebro, el peor delirio belicoso de una España podrida y abandonada. Fue capturado y con el tiempo liberado, estudió derecho y se hizo jesuita. Corría el año 1944 y el mito estaba a punto de nacer.
Cuando tenía dieciséis años fue llamado a filas por el bando republicano, para participar en la matanza entre primos, entre amigos, entre hermanos. Participó en la Batalla del Ebro, el peor delirio belicoso de una España podrida y abandonada. Fue capturado y con el tiempo liberado, estudió derecho y se hizo jesuita. Corría el año 1944 y el mito estaba a punto de nacer.
En 1952 viaja a la India y comienza a ejercer de misionero jesuita cerca de Bombay hasta 1969, cuando la Compañía le ordena la vuelta a España, a lo que se niega, siendo expulsado de los Jesuitas. No obstante, el gobierno indio, también preocupado por sus labores solidarias pretende expulsarlo del país, lo que genera masivas manifestaciones de parias (los 'intocables' en India). Finalmente es enviado al estado de Andra Pradesh, en concreto a la región de Anantapur. En 1970 se casa y continúa su labor altruista ayudando a miles de personas (en una región con una población de casi tres millones). Hoy en día organiza toda su actividad a través de la Fundación Vicente Ferrer.
No sé si conocías a Vicente Ferrer, no sé si te interesa, no sé si lo admiras o te importa, sólo sé que el bien y el mal se distinguen en el sufrimiento de la gente y Vicente Ferrer representa al bien absoluto, altruista, sin banderas políticas o religiosas. La mirada profundísima pero viva de este viejo misionero te hace sentir transparente, ambiguo, ínfimo y fútil. Vicente Ferrer posiblemente sea una de las personas que me causan mayor admiración y respeto, pero a la vez irradia tanta vida que sientes envidia de no poder cambiarte por él.
Si todos fuésemos un poco como Vicente Ferrer yo no escribiría esta entrada ni tú la leerías, pero el mundo sería, con toda seguridad, un lugar mejor.